32. Jefté se adentró en territorio amonita para atacarlos, y el Señor se los entregó.
33. Los persiguió desde Aroer hasta cerca de Minit (veinte poblados) y hasta Abel Queramín. La derrota fue total y los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.
34. Cuando Jefté volvía a su casa de Mispá, su hija le salió al encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; no tenía otros hijos ni otras hijas.
35. Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó:—¡Ay, hija mía, me has destrozado! ¿Por qué has de ser tú la causa de mi desgracia? Me comprometí* ante el Señor y no puedo volverme atrás.