1. Era la víspera de la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin.
2-4. El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Durante la cena, Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior y se puso una toalla a la cintura.
10. Pero Jesús le respondió:–El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
11. Dijo: “No estáis limpios todos”, porque sabía quién le iba a traicionar.
12. Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo:–¿Entendéis lo que os he hecho?
13. Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón porque lo soy.
14. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros.
15. Os he dado un ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho.
16. Os aseguro que ningún sirviente es más que su señor y ningún enviado es más que el que lo envía.
17. Dichosos vosotros, si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica.
18. “No me estoy refiriendo a todos vosotros: yo sé a quiénes he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: ‘El que come conmigo se ha vuelto contra mí.’
19. Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis que yo soy.